El escritor publica Un hombre echado a perder, una novela sobre la doble vida, la vulnerabilidad y la política municipal, con un protagonista tan torpe como entrañable. Charlamos con él sobre su debut literario, su proceso de escritura y el humor como antídoto ante la podredumbre
PINTO/11 JUNIO 2025.- Coleman Ediciones ha puesto en circulación Un hombre echado a perder, la primera novela del escritor Álvaro Villarroel. Una historia ambientada en un ficticio municipio madrileño llamado Bolillos, donde un alcalde conservador se ve envuelto en una crisis política, personal y moral tras recibir una amenaza que podría destruir su carrera… y su fachada. Charlamos con Álvaro sobre esta ópera prima que, a través del humor y la ironía, pone en juego temas profundos como la identidad, el miedo y los dilemas éticos de nuestra sociedad.
—»He intentado escribir una novela que se lea de un tirón, que entretenga, pero que también deje poso», explica Álvaro. Un hombre echado a perder es una tragicomedia política que se mueve entre la sátira y el retrato psicológico. Su protagonista, Antonio, es el alcalde de Bolillos, un municipio de valores tradicionales y nivel socioeconómico alto. Cuando recibe una amenaza relacionada con un secreto inconfesable, comienza una carrera desesperada para evitar que salga a la luz.
«Antonio no es un héroe, es un antihéroe total —nos cuenta el autor—. Es cobarde, mentiroso, pero genera ternura. Se enfrenta a una transformación brutal, y en esa evolución, se ve obligado a elegir entre el personaje que ha construido y la persona que realmente es».
La novela aprovecha el escenario de la política local para hablar, en clave de humor, de grandes cuestiones humanas. Villarroel confiesa que no buscaba retratar fielmente la política municipal, sino aprovechar su teatralidad para construir una comedia ácida: «No pretendía hacer un análisis político, pero sí mostrar ese terreno lleno de ambiciones, traiciones, y mezquindades. Todo eso es tierra fértil para la risa. Y reírnos de los políticos es sano, lo necesitan ellos y nosotros».
Pero Un hombre echado a perder no es solo una sátira política. «Quería hablar de la aceptación de uno mismo, de la vulnerabilidad, del miedo a mostrarnos como somos. Todos llevamos una doble vida, o incluso triple. Lo hacemos todos, pero en el caso de los políticos se lleva al extremo. Y eso genera una tensión muy literaria».
La novela tiene un punto de partida muy personal: nació de un cuento escrito hace cuatro años. «Es la escena central de la novela, no puedo contarla porque sería un spoiler, pero trata de un hombre que hace algo en secreto, que para él es muy importante, aunque le genera vergüenza. Esa idea germinó hasta convertirse en esta novela». Álvaro tardó tres años en terminarla. «He estado a punto de dejarla más de cien veces. Mi mayor enemigo ha sido mi voz interior diciéndome: ‘esto no vale para nada’. Escribir es enfrentarte a tus miedos».
Formado en el Ateneu de Barcelona y en la Escuela de Escritores de Madrid, Villarroel ha vivido casi dos décadas en la capital catalana. «En Barcelona empecé a escribir, allí descubrí mi pasión por contar historias», recuerda. «Pero volver a Madrid me conectó con mis raíces y con un escenario que, como el de Bolillos, me resulta muy reconocible».
Con influencias del realismo psicológico y una mirada cargada de ironía, Álvaro ha construido una novela que combina crítica y ternura, sarcasmo y compasión. Un hombre echado a perder retrata un mundo moralmente ambiguo en el que todos, como Antonio, debemos decidir si seguir alimentando nuestro personaje o apostar, con todos los riesgos, por la persona que somos de verdad.
«Nos enfrentamos cada día a ese dilema —dice Álvaro—. Y al final, como Antonio, tratamos de salir airosos. Con más miedo que gloria, pero con algo de humor para soportarlo.»